Si no se respeta el Estado de Derecho, existe el riesgo de que la estabilidad mundial colapse
Los cimientos del orden internacional posterior a 1945 se descomponen por negligencia, complacencia y sabotaje, lo que exacerba una falta de confianza profunda entre los países y el aumento de los conflictos violentos. Como consecuencia, mueren cientos de miles de civiles inocentes.
Nos cuesta encontrar las palabras para expresar el horror que sentimos ante la destrucción que el gobierno de Israel inflige a la población de Gaza, Cisjordania y Líbano en su respuesta desproporcionada a los atentados terroristas de Hamás. Seguimos indignados por la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, que no cesa. Nos repugna la magnitud de las matanzas, la impunidad total y la catástrofe humanitaria en otros países, entre ellos Sudán y la República Democrática del Congo.
Este caos creciente se debe a varias causas: violaciones del derecho internacional por parte de muchos países (incluidas grandes potencias) a lo largo de muchos años, incumplimiento y rechazo de los acuerdos internacionales, y parálisis en los órganos de decisión encargados de prevenir y resolver los conflictos.
La persecución de objetivos nacionales por medios militares en lugar de la diplomacia es precisamente lo contrario de lo que pretendían los arquitectos de las Naciones Unidas, y lo que la mayoría de las personas del mundo sigue queriendo, que es la paz.
La incapacidad de los Estados –incluidos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU– para asumir sus responsabilidades ha creado un vacío que la rivalidad geopolítica y el enfrentamiento beligerante están llenando. Los vetos reiterados en el Consejo de Seguridad son un abuso de la posición de los miembros permanentes, y es algo que se cuestiona cada vez más en un mundo multipolar en el que otros países desempeñan una función más constructiva.
Las próximas elecciones presidenciales estadounidenses tendrán repercusiones mundiales y duraderas. Quienquiera que gane el 5 de noviembre tendrá la gran responsabilidad de mantener el legado de Estados Unidos como uno de los principales creadores del sistema multilateral que ha sustentado la paz y la seguridad mundiales desde la Segunda Guerra Mundial.
Toda la humanidad se enfrenta a amenazas existenciales –la crisis climática y de la naturaleza, las pandemias, las armas nucleares y la Inteligencia Artificial no regulada– a las que sólo podrán hacer frente los países que desactiven estas tensiones geopolíticas y trabajen juntos.
Tanto los dirigentes como los ciudadanos comparten la responsabilidad de rechazar este deslizamiento hacia el desorden y la anarquía y restablecer la resolución pacífica de las disputas mediante la diplomacia y el Estado de Derecho.
FIN
Mary Robinson, former President of Ireland and Chair of The Elders
Ban Ki-moon, former UN Secretary-General and Deputy Chair of The Elders
Graça Machel, Founder of the Graça Machel Trust, Co-founder and Deputy Chair of The Elders
Gro Harlem Brundtland, former Prime Minister of Norway and former Director-General of the WHO
Helen Clark, former Prime Minister of New Zealand and former head of the UN Development Programme
Elbegdorj Tsakhia, former President and Prime Minister of Mongolia
Zeid Ra'ad Al Hussein, former UN High Commissioner for Human Rights
Hina Jilani, Advocate of the Supreme Court of Pakistan and co-chair of the Taskforce on Justice
Ellen Johnson Sirleaf, former President of Liberia and Nobel Peace Laureate
Denis Mukwege, physician and human rights advocate, Nobel Peace Laureate
Juan Manuel Santos, former President of Colombia and Nobel Peace Laureate
Ernesto Zedillo, former President of Mexico
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