“No más Hiroshimas”: The Elders hacen un llamado urgente al diálogo nuclear ante el creciente riesgo de conflicto

El riesgo de una catástrofe nuclear es hoy más alto que en cualquier otro momento desde la Guerra Fría. Los líderes no están respetando el derecho internacional y están debilitando normas elementales. Estamos retrocediendo hacia un mundo en el que el estado de derecho está siendo reemplazado por el imperio del poder, con una nueva y destructiva carrera armamentista nuclear.
Hemos venido a Hiroshima para honrar a las víctimas del ataque atómico de 1945. El octogésimo aniversario debería obligar a todos los dirigentes a revitalizar los esfuerzos para lograr el desarme nuclear. Por el contrario, vemos con profunda preocupación cómo se está trivializando el uso de armas nucleares.
Reafirmamos nuestro respaldo a la abolición total de las armas nucleares. Para lograrlo, se requiere una agenda progresiva de desarme global fundamentada en cuatro pilares esenciales: i) todos los Estados con armamento nuclear deben adoptar una doctrina de “no ser el primero en usar”; ii) deben retirarse del estado de alerta máxima el mayor número posible de armas; iii) es necesario reducir de manera drástica y urgente el número de armas desplegadas operacionalmente; y iv) hay que disminuir las cifras a un máximo de 500 cabezas nucleares para EE.UU., Rusia y China.
Los recientes enfrentamientos entre India y Pakistán, dos estados con armamento nuclear, evidencian el aterrador riesgo de la rapidez con la que un conflicto puede escalar hasta el punto de llegar a un enfrentamiento nuclear.
El desprecio del presidente Putin por las normas básicas de soberanía estatal e integridad territorial está impulsando una nueva carrera armamentista en toda Europa. La incertidumbre en cuanto al compromiso del presidente Trump con las alianzas de defensa tradicionales de Estados Unidos también está acelerando el proceso de rearme.
Poner las armas nucleares en el centro de la defensa nacional alimenta el peligroso mito de que la disuasión nuclear garantiza la seguridad. Las armas actuales tienen una capacidad destructiva combinada de casi 100.000 bombas del tamaño de Hiroshima o Nagasaki. Una sola bomba lanzada en Hiroshima causó unas 140.000 víctimas a finales de 1945. El arsenal colectivo actual tiene la capacidad de destruir toda la civilización humana.
Pero la guerra y la confrontación nuclear no son inevitables. Las conversaciones que actualmente mantienen los gobiernos de Estados Unidos e Irán sobre el programa nuclear iraní podrían ser un ejemplo exitoso de líderes que favorecen soluciones políticas por encima del enfrentamiento militar.
Le pedimos al presidente Trump que continúe avanzando en la negociación de reducciones nucleares con Rusia y China. La inminente caducidad del nuevo acuerdo START entre Rusia y Estados Unidos podría generar un vacío en los esfuerzos de no proliferación. Es urgente que ambos países se concentren en prorrogar un acuerdo que les conviene a ambos.
Todos los estados con armas nucleares deberían también entablar un diálogo sostenido de alto nivel sobre la imposición de límites al papel de la Inteligencia Artificial en los sistemas de armamento, enfocado en preservar el adecuado control por parte de los seres humanos.
En Hiroshima, hemos vuelto a escuchar a los sobrevivientes del bombardeo de 1945, con sus conmovedores testimonios del sufrimiento humano de varias generaciones que fue causado por estas terribles armas y que nunca debe olvidarse. También nos han inspirado los jóvenes activistas japoneses comprometidos con la erradicación total de las armas nucleares.
Instamos al Gobierno de Japón a que sea una voz firme a nivel mundial para reforzar el tabú sobre el uso de armas nucleares. Considerar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW, por sus siglas en inglés) es una valiosa oportunidad para que Japón ejerza su singular autoridad moral, en línea con el liderazgo que demostró al acoger al G7 en 2023.
Todos los líderes deben tomar medidas significativas para minimizar los riesgos nucleares, revitalizar el diálogo sobre el control de armamentos y desescalar la modernización nuclear. No hacerlo sería una traición a la memoria de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, y a la seguridad de las generaciones presentes y futuras.
FIN
Juan Manuel Santos, former President of Colombia, Nobel Peace Laureate and Chair of The Elders
Ban Ki-moon, former UN Secretary-General and Deputy Chair of The Elders
Graça Machel, Founder of the Graça Machel Trust, Co-founder and Deputy Chair of The Elders
Gro Harlem Brundtland, former Prime Minister of Norway and former Director-General of the WHO
Helen Clark, former Prime Minister of New Zealand and former head of the UN Development Programme
Elbegdorj Tsakhia, former President and Prime Minister of Mongolia
Zeid Ra'ad Al Hussein, former UN High Commissioner for Human Rights
Hina Jilani, Advocate of the Supreme Court of Pakistan and co-chair of the Taskforce on Justice
Ellen Johnson Sirleaf, former President of Liberia and Nobel Peace Laureate
Denis Mukwege, physician and human rights advocate, Nobel Peace Laureate
Mary Robinson, former President of Ireland and former UN High Commissioner for Human Rights
Ernesto Zedillo, former President of Mexico
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